El domingo que viene, 30 de octubre,
cambiamos la hora y, quien quiera, podrá dormir una hora más.
Los relojes se atrasan una hora, de modo que a las 3.00 volverán a ser las 2.00 (cómo no, una hora menos en Canarias). El
cambio horario obedece a una directiva europea que afecta a todos los Estados miembros de la Unión y tiene como objetivo aprovechar mejor las horas de luz solar y, gracias a ello, consumir menos electricidad en iluminación. La modificación del horario afectará en este caso al proceso de investidura de Mariano Rajoy, cuya segunda votación, prevista para el domingo, verá alterada la hora para ajustarse a los plazos.
Dos veces al año —habitualmente el último domingo de marzo y el último de octubre—, los europeos ajustan los relojes para cumplir la directiva comunitaria 2000/84/CE.
Para determinar el momento de los cambios horarios, se tuvo en cuenta el hecho de que en España existen dos horas oficiales, una para la Península y el archipiélago balear y otra para Canarias, que va una hora por detrás desde 1922.
Este martes, el
Parlamento de Baleares tiene previsto aprobar una declaración para mantener el horario de verano, lo que, al menos de momento, no tendrá ningún efecto práctico pues no tiene competencias para ejecutarlo. En el hipotético caso de que se aprobase (lo que está en manos del Gobierno y del Congreso), Canarias se mantendría con una hora menos y Baleares iría con una hora más.
La práctica del
cambio horario de invierno (otoño en este caso) comenzó a generalizarse de forma desigual a partir de 1975, al producirse la primera crisis del petróleo. Sin embargo, la modificación se aplicó por primera vez durante la I Guerra Mundial para mantener abiertas las fábricas una hora más.
Uno de los argumentos que emplean los defensores de adelantar o atrasar una hora el reloj es el
ahorro energético, además de otros como beneficios para el comercio o la seguridad vial. Según estimaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el potencial de ahorro en iluminación en España por el cambio de hora puede llegar a representar un 5% del consumo eléctrico en iluminación, equivalente a unos 300 millones de euros. Esta medida se adopta en 70 países de todo el mundo.
Sin embargo, según un informe de 2007 de Red Eléctrica de España (REE), la empresa que registra minuto a minuto la evolución de la demanda eléctrica, durante los primeros días de aplicación de la medida se detectaba un ahorro en el consumo eléctrico que se va diluyendo con el paso del tiempo.
La
Comisión de Igualdad del Congreso aprobó en 2013 un informe en el que planteaba retrasar 60 minutos el horario oficial como medida imprescindible para mejorar la conciliación familiar y, al tiempo, abonar la competitividad y la productividad laboral. El Gobierno recogió el guante y evaluó la posibilidad de que España se adaptara al huso horario europeo occidental, regido por el meridiano de Greenwich.
Este huso lo abandonó España en 1942. Ese año,
Franco decidió adelantar los relojes 60 minutos para alinearse con Alemania y mostrarle así al Führer su adhesión y simpatía. Dicen los expertos que aquel “gran error histórico” explica que en la Península se coma y se cene más tarde que en el resto de Europa. El caso es que Reino Unido y Portugal también adoptaron el horario alemán (para saber cuándo iban a bombardearlos), pero al acabar la guerra volvieron a Greenwich.